21 de octubre: huelga en la universidad y la investigación

En los últimos años y muy particularmente en los últimos meses, la clase obrera hemos vivido una pauperización de las condiciones de trabajo, en general, y del mundo universitario y de investigación, en particular. La COVID19 únicamente ha acelerado este proceso, pero ha brindado  una oportunidad de oro a la patronal de las universidades y centros de investigación para devaluar, aún más, las condiciones de trabajo de aquellas personas que hacemos posible su funcionamiento.

Nuestra incapacidad como trabajadores para organizar una respuesta contundente durante el período de confinamiento y la posterior vuelta a la “normalidad” se ha traducido en un despotismo exacerbado por parte de los Equipos de Gobierno y de las instituciones. Por ejemplo; en muchas universidades no se ha contado con los trabajadores para la planificación de la vuelta al trabajo y se han suspendido negociaciones por “no ser prioritarias”. No solo esto,  en un momento en el que claramente se necesitan más profesionales para asegurar la salud, literal y figuradamente, del sistema universitario y de investigación se ha ahondado aún más en la precariedad no renovando los contratos y gestionando el teletrabajo de una manera que se difuminan los límites de la jornada laboral.

Por este motivo consideramos que, ahora más que nunca, se nos ha acabado el tiempo. No podemos mostrar más paciencia: urge confrontar abiertamente la gestión capitalista de un sector científico y universitario que solo entiende la formación y la investigación como una mera mercancía con la que generar beneficios.

Así pues, las graves problemáticas del mundo de la investigación y de la universidad siguen hoy tan vigentes como antes de la pandemia. Se siguen produciendo contrataciones fraudulentas y precarias (como en el caso del profesorado asociado) en los centros públicos. No ha habido ninguna mejora respecto a las demandas de estabilización ni del PDI ni del PAS. Los servicios básicos de las universidades y centros de investigación (cafeterías, limpieza, etc.) continúan privatizados. Cada día se ahonda más en la absurda jerarquización académica, rompiendo con el principio de “a igual trabajo, igual salario”. La universidad, lejos de ser pública y gratuita, mantiene elevados precios de matrícula y tasas que expulsan a los estudiantes de extracción obrera y popular. Los criterios de evaluación continúan fomentando un modelo competitivo que, junto con la precariedad, crean un excelente caldo de cultivo para el fraude científico así como para  diversos trastornos psicológicos.

Ante todo esto, nuestra propuesta es clara y no es otra que un modelo de investigación y Universidad público, al servicio de las necesidades de la clase trabajadora y no del capital como lo es actualmente. Por todo ello, proponemos:
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